
Un poco de lo que soy.
Mucho de lo que dejé de serlo.
Le desafió al tiempo. Le tomó para si mismo.
Jamás pasaría sin dejar su voz escritas en un hoja.
Era invierno.
Al atardecer de un domingo cualquiera, ella decidió caminar un poco por las calles del barrio.
Era invierno aunque un invierno tropical.
El viento frío en el rostro y el intento en mantener al pelo arreglado es que le acordaba de ello.
La niña caminaba absorta en sus pensamientos. Pensaba en tantas cosas que minutos después ya no se acordaría.
Escribir no era por ganas. Era necesidad.
Hace poco leía en un periódico que una madre argentina lucha por darle a su hija el derecho de morir. “Muerte digna”.
La niña que tiene 2 años y 3 meses, no tuvo oxigenación suficiente en el parto y ahora vive en estado vegetativo en la cama. Su madre dijo que ella no abre los ojos, no habla, no sonríe, no llora, hace nada. Cuadro ése, irreversible de acuerdo con 4 informes de 4 médicos distintos. Pero, no se puede desconectar los aparatos porque todavía no se ha confirmado muerte cerebral.
No quiero hablar del sufrimiento físico de la niña porque seguramente está bien cuidada e igual siempre ha estado así. No tiene una referencia de “vida” para sufrir psicológicamente. Lo único que conoce es lo que es. Tampoco tiene consciencia de todo eso.
No quiero hablar del sufrimiento psicológico de los de la familia porque me es imposible imaginar tal situación. No sabría por dónde empezar a escribir sobre eso.
Lo que quiero es cuestionar a dónde empieza el concepto de vida.
Científicamente se dice vivo: “Todo producto de concepción que, independientemente del tiempo de gestación, después de expulso o extraído del cuerpo de la madre, respire o tenga otra señal de vida como latidos cardíacos, pulsación del cordón umbilical o movimientos efectivos de músculos de contracción voluntaria estando o no desprendido de la placenta.”
Vitalmente el corazón está a latir. Tan sólo.
Afectivamente es un ser esperado y amado. Sangre de la sangre de dos personas que se prepararon para recibirlo.
Religiosamente es un ángel. Un ser creado a imagen y semejanza a Dios. Y si se encuentra en la situación ésa es porque “así quiso Dios”.
Bruno es mi sobrino y tiene 1 año y 5 meses. Vive cerca de mi casa y por lo tanto tenemos el privilegio de convivir con él.
Él sí, sonríe. Habla(y mucho). Llora. Se despierta. Y todo el tiempo está involucrado en algo: Nuevos juegos, pelota, dibujos, carcarradas, palabras nuevas(o por lo menos en el intento), correrías mil, etc.
Su corazón también late. Y no es por el simple acto de latir.
¿Existir y vivir es lo mismo?
Mi profesor de literatura me dijo que soy buena con palabras. Que puedo, incluso, escribir un libro.
¡Qué hermoso es mi profesor!
Bueno, en una de las clases, me pedio que escribiera un cuento. El tema de mi elección aunque debería tener 20 páginas. Ni más. Ni menos.
Pensé: No es tan difícil.
Una noche bien dormida después, cabeza a trabajar y sentada delante el ordenador, empecé mi historia.
Un romance.
Tres páginas después de la primera letra escrita, todos mis 7 personajes estaban muertos. Y eso porque era un romance…
Mi profesor me dijo que tengo mucha imaginación, pero me falta concentración.
Querido profesor: Esto no es falta de concentración sino…
Síndrome Pre Menstrual.