Así es. Aquellos que estuvieron a nuestro lado durante toda nuestra vida, ahora hablan a nuestros hijos.
Les enseñan lo que nos enseñaron.
A caminar.
A hablar.
A escribir.
A rezar.
Incluso a amar.
A ser gente.
Nosotros nunca tenemos tiempo.
Lo suyo parece que es eterno.
Lo que pasa es que los ángeles nunca se quedan viejos.
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