Dos pinches días para intentar escribir un
pinche texto y sin lograr hacerlo. Lloraba. Todo el tiempo.
¿Cómo fue mi viaje a México?
Podría escribir un libro (tal vez lo haga. No cierto.).
Han sido tantas historias, momentos, personas y cada segundo tan especial que
es difícil describirlo. De hecho, no tengo ganas de hacerlo. Quiero que cada
momento se arraigue más dentro de mí. Es como si yo los compartiera ahora y ya no
serían míos. Me los perdería en el tiempo y en las historias de los que me van
a leer.
No. Mientras ahora son míos. Sólo míos. Y de
nadie más.
Tengo mucho que agradecer. Y lo haré. Con
nombres y fotos.
Tengo mucho que decir y describir: Olores, sabores,
paisajes, sentimientos…
Siempre que leía a alguien que escribia como "se había enccontrado" al viajar a un lugar específico. No entendía cómo era posible que un lugar
cambiara a uno. Para mí era como si las personas no supieran quién eran o de
dónde venían. Que necesitaban de “algo más” para rellenar un vacío por huecos
en sus pasados. Necesitaban de psiquiatra, diez gotas de Rivotril y dormir una
semana. Nada más.
Llegué a México muy señora de mí. Segura de todo. De lo que era, de dónde venía.
Y me pasó que fue como si hubiera hecho un
camino de regreso a un lugar que nunca estuve.
Hasta la primera quincena de agosto, el año de 2013 se
esforzaba mucho para ser el peor año de mi vida.
Todo ya no es igual al que era.
¡Me alegro muchísimo por esto!
Nos vemos, guey.
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