Domingo a la noche huele a despedidas.
La sensación de que algo bueno termina para
algo “malo” empezar. Hacer algo por obligación no está bien. Y no vengan con
idiotices de decir que “Ay, Lili… yo sí que trabajo en lo que me gusta…” Bueno
para ti. Me quedo muy contenta. Eres parte de 0000,1% de la población mundial
que tiene este logro.
Fato es que nos despertamos, nos estiramos,
nos levantamos todos los días con la obligación de hacer lo que no nos gusta. A veces lo hacemos en un lugar/empresa a dónde
no nos gusta. A veces hacemos lo que nos gusta, pero en un lugar a dónde no nos
gusta. Y en el lunes, todo se pone mucho peor.
Fato es que mañana es lunes y la mayoría de
la gente que conozco se pondrá a quejar del día. Cómo si fuera un día cargado
con todas las energías negativas del universo. No me espantaría si me dijeran que
los más grandes desastres de la humanidad sucedieron en un lunes.
Gente… Es un día cualquiera como otro
cualquiera. No nos gusta el lunes porque es el día siguiente del día que,
generalmente, sacamos para hacer lo que nos gusta, cuando nos gusta, con los
que nos gustan. Odiamos a ser molestados.
Dieta que empieza en el lunes nunca funciona.
Nunca la sacamos adelante porque es un día “pesado”. Correlacionados.
Si tuviera color sería color de caca. Si
tuviera olor sería de uña lijada. Si tuviera sentimiento sería saudade. De
aquella saudade de una ausencia no consentida. De la que la persona se fue sin
mirar atrás. Sin un adiós seguro, aunque sabríamos que era “para siempre” y que
ninguno poeta lo lograría hacerlo bonito.
Lunes es así, feo, triste, pero tienes las
mismas 24 horas de los otros días. La diferencia está en nosotros que lo
reinventamos o lo dejamos que sea uno más. Así como de todos los otros.
Por cierto: ¡Bienvenido horario de verano! Sé
simpático. O por lo menos inténtalo.
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