Hace
dos días, Luis Padilla publicó en su Twitter frases sobre viajar. Precisamente
sobre la gente que viaja, que viven para eso; que son personas vacías y que lo
hacen para rellenar este vacío de adentro; que la gente que viaja nada más “chupan”
los recursos del lugar donde visitan y nada (o casi nada) dejan a cambio.
Me
quedé pensando sobre el asunto un buen rato. Bueeeeeeeeen rato. Incluso intenté
ponerme dentro de su opinión, pero me pareció un poco distante de la realidad
de lo viví en mis viajes. Soy una viajera asumida. No vivo para eso, pero toda
y cualquier oportunidad que tengo para viajar, lo hago. Dentro y fuera de
Brasil.
Sí,
cierto que a donde voy necesito de los recursos del lugar tal como agua, luz,
transporte, etc. Pero, decir que nada dejo a cambio… no parece muy bien.
Saben
que Valparaíso, en Chile, está la casa a donde ha vivido en escritor Pablo
Neruda. Pero, yo sé allá cerca vive una Señora de 80 y picos años que es un
bombón. Dulce, voz suave y muy habladora. Le encantan las rosas, el mar y las
tardes de domingo con sol (es que así se puede salir a hacer visitas a la gente
sin tener que cargar paraguas). Hablamos mucho, le conté sobre mi tierra, las
canciones sobre de mi país, mi idioma, etc. Hablamos durante muchos minutos
hasta la hora de decirle adiós. Me pidió para contar su historia a donde fuera.
Era su manera de viajar. Y yo lo hago.
En
Mendoza hay muchas vinícolas, también lo saben. Hacen el mejor Malbec del
mundo. Pero, yo sé que allá vive una familia de emigrantes japoneses que tienen
una posada. Toda la familia trabaja en esa posada y son muy especiales. La mamá
hasta parece una hormiga de tanto que trabaja, el papá cuida de los jardines y
de la banca de dulces, los hijos se quedan todos en la posada. Gritan unos con
los otros, pero al minuto siguiente están todos sonriéndose.
Yo
sabría que hay los locales de que les hablé, pero no sabría de las personas si
me hubiera quedado en casa. Suena como charla de “Saint-Exupèry y El Principito”
eso de llevar consigo historias ajenas y dejar la suya, pero eso es exactamente
lo que quiero decir. Podemos no dejar cosas materiales en los locales donde
vamos, pero dejamos historias, experiencias, sonrisas y saudade.
¿Si
conocí a gente viaja para rellenar el “hueco” de adentro? Sí. Todos nosotros.
Es cierto. Aunque no sea un hueco de existencia, es el hueco de la curiosidad,
de saber más allá de lo que nos dicen los libros, más allá de lo que nuestros
miedos y conforto nos permiten.
¡Ojalá
ese hueco nunca se vaya y mis ganas de viajar nunca me deje!
PS
– Por cierto, todos en los lugares que he estado conocen a Luis. Siempre me
preguntaban a dónde había aprendido el español de México. Bueno, ya saben la
respuesta.