Por qués


Soy una persona curiosa. Siempre cuestioné y siempre cuestiono a todos y a todos.


Recuerdo que desde niña siempre quería saber el por qué de todo. Quería saberlo todo.


- Madre… ¿sol es femenino o masculino?


- Madre… ¿por qué dicen que la Tierra es redonda si todas las carreteras siempre son en línea recta?


- Madre… ¿para a dónde se va toda la lluvia que cae del cielo? Y no me digas que es para el mar porque el mar siempre está en el mismo nivel.


- Madre… ¿Cuánto tiempo es “para siempre”? ¿Y cuánto tiempo es “nunca”?


- Madre… ¿Cómo se hace eso?


- ¿De qué es hecho el fermento?


- ¿Por qué invierno se llama invierno? ¿Y verano, verano? ¿Y otoño, otoño? Primavera ya lo sé. Es que Dios tenía una prima muy bonita que se llamaba Vera. Y quiso rendirle homenaje. Por eso la estación de las flores se llama primavera.


A veces se reía mucho de mis conclusiones. Todos se reían mucho, pero nadie era capaz de crear una teoría mejor que la mía.


Recuerdo que mi mamá muchas veces no sabía contestármelas y siempre me decía:


- Mira, no sé la respuesta esa, pero ¿puedo contestártela mañana?


Y, al día siguiente, siempre estaba ella con la respuesta lista. Yo era tan curiosa que algunas veces, cuando ella me decía que contestaría a algunas de mis preguntas al día siguiente, yo me quedaba a su lado todo el día sólo para descubrir a dónde sacaba las respuestas.


Las dudas en cuestión de religión eran un poco más complicadas. Siempre que la preguntaba, ella siempre me contestaba citando a partes del Libro Sagrado. Lo que siempre era mucho más complicado:


- Madre… ¿Quién es el autor de la Biblia? – Los apóstolos de Jesús, mi vida.


- Madre… ¿En qué parte de Brasil ellos han vivido? – Ellos no han vivido en Brasil, mi amor. Ellos han vivido en una tierra muy lejana.


- Madre… ¿en esta tierra hablaban el portugués? – No.


- Madre… ¿quiénes les han enseñado el portugués? – Ellos no sabían el portugués.


- Ma-dre… ¿Entonces quiénes han escrito La Biblia? - …


Siempre recogía a la fe para finalizar el asunto. Y siempre susurraba al final de todo:


- Me darás mucho trabajo.


Y así sucedió. Crecí. Y no he cambiado mucho. Pregunto. Cuestiono. A todo y a todos. No soy una persona sin fe. La tengo. En “algo”. Pero siempre quiero saber el por qué de todo.


Nunca he aceptado que me impusieran las cosas. A veces, por cuestiones sociales, familiares y/o por educación me callaba delante de cosas que se veían absurdas. Pero, en mí adentro, la mente temblaba. Y tiembla.


No han logrado domesticarme.



Tampoco lo intenten ahora.



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